Declaración de intenciones

26 de Julio, te escribo porque creo en lo analógico.

Y creo en lo analógico porque no voy a mandar esta carta cuando termine de escribirla, cuando la guarde en su sobre.
Creo en que, estar aquí, es este punto pequeñísimo del mundo que es Pelayos de la Presa es compatible con que tú  estés en aquel punto pequeñísimo o tan pequeño que, hoy por hoy, no sé dónde está, y aceptar esto, puede ser mejor que tratar de mantener un contacto constante virtual (e irreal) o caer en la desesperación y romper el vínculo.
- pero a lo mejor me equivoco -

Creo en lo analógico porque creo en que las cosas no son sólo lo que parecen ser, o lo que a priori percibimos de ellas.
Creo en todos los matices imperceptibles de cada pequeña cosa que hacemos, matices que provienen con mayor o menor consciencia de nuestro estado de ánimo, de nuestros deseos más íntimos, de nuestras tradiciones, las enseñanzas de los que nos preceden... es decir, creo en que el amor que sentimos hacia aquello que hacemos queda latente.

Entonces, tal vez no sea correcto decir que creo en lo analógico, sino en aquellos gestos que conservan el amor que las persona que los hizo puso en ellos.

Angustia existencial

Vuelves a crear un documento nuevo. ¿Cuándo fue la última vez? Hace dos horas, quizá menos. Te detienes a pensar ante la virtual hoja en blanco, ¿qué vas a escribir? La misma mierda que ayer, te respondes, como si fuera un trabajo. Intentas abrir las ventanas de tu mente, tu imaginación, airear todo tu interior y aparentar un aire fresco, pero nunca consigues más que parafrasearte a ti mismo, o peor, plasmar una indecente versión de una canción que escribió un poeta de verdad. Patético. Y no es la primera vez que te lo llamas esta semana, ni hoy tampoco. Te quedas esperando, sin saber qué, sin saber qué hacer aparte de esperar sin saber qué. Porque todo se ha convertido en una espera del próximo segundo, una ansiedad enfermiza por llegar a un instante después despreocupando el actual. Lees cosas que escribiste hace tiempo sin poder creer que fueras tú. Empiezas a teclear con rabia, sin sentido, imaginando que la inspiración llega a posarse en tus dedos y convierte todas esas letras en un poema. Aquellos versos de ayer no estuvieron tan mal, piensas. Y después vuelves a tropezar, has perdido la esencia. Estás tan ahogado que piensas estúpidamente en empezar a fumar, sólo por ver cómo el humo se pierde en volutas que representan tus asquerosos pensamientos. Joder.

Y para terminar, sopesas las únicas dos opciones que podrían sacarte de la angustia existencial: que el tiempo se detenga definitivamente y sin trampas, o bien que el tiempo vuele hasta el momento que estás anhelando desde la última vez.

¿Y tú?

Sólo espero a la muerte
por saber si alguna vez estuve vivo.

Compañía


me muevo entre acordes
y versos que ya he escrito,
melodías saturadas,
echo y reverb... y
escribo en primera persona,
porque no hay una segunda persona,
es decir, hay plurales,
nosotros, vosotros,
hay ellos, incluso cuando ellos eran nosotros
y vosotros, vosotros seréis algún día ellos,
en fin,
hay primera persona,
y ser el primero gusta hasta que lo eres,
entonces vuelvo al final de la cola,
de nuevo, retrocedo al plural, siempre en busca
pensaste que era del yo?
pensaste que tus dudas eran la identidad?
el ego
se define en las distancias cortas,
el contacto,
el tú,
tú,
tú,
sin ti no hay nada.

contacto
y calor,
energía,
para poder volar el polvo inerte
que nos compone.
sin esto,
no hay nada,
no puede, de verdad,
haber nada.

Deshizo el mundo en siete días


Uno
Sonrío, me caigo,
tropiezo y me levanto,
y sigo caminando.

Dos
Sonrío, me caigo,
me echo a llorar,
la gente me ve
y me ayuda a levantar.

Tres
Sonrío, me caigo,
me quedo en el suelo,
llorando, un buen rato,
y no viene nadie
porque pasan de largo.

Cuatro
Sonrío, me caigo,
se paran a mi alrededor,
como las nubes de abril,
se ríen de mí.
Me echo a llorar,
no quiero estar aquí.

Cinco
Salgo, me caigo,
y desde ahí abajo
busco una mirada.
La gente se acerca
y me da patadas.

Seis
Salgo, me caigo,
llorando.
La gente me mata,
y el resto que pasa
me da la espalda.

Siete
Nadie sale, nadie se cae.
Nadie llora. Nadie mata.
Nadie sonríe.
Todos están muertos.
Ya no queda nada.

vidas

ya sólo queda camino por recorrer
y personas que acompañar,
ya mi surco tracé,
ahora, andar.
ya sólo queda camino,
como una inmensa brecha rompiendo el horizonte,
un lapso en el mundo,
un átomo en la incertidumbre.

Tristes, tristes

Tristes armas
si no son las palabras
Miguel Hernández

...

Tristes, tristes. 
Tristes las palabras, 
si matan como armas.